- Tríptico
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- I
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- Soy la mujer que impúdica ha besado
- la zona de tu vientre, tus pezones,
- quien rueda un manantial de sensaciones
- que antes de ti no había imaginado.
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- Eres el mar, soy el acantilado,
- reviente en mí tu furia de emociones
- irrumpiendo en mis húmedos rincones
- la dulce intensidad que he presagiado.
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- Deja tu voz acariciar mi oído
- con ese lánguido, sensual tañido,
- de campana en crepúsculos herida.
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- El último vestigio del recato
- borrado ya, dobla por mí a rebato,
- y escúchame gemir estremecida.
-
- II
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- Sin estar junto a mí estabas conmigo,
- sombra de piel sobre mi piel desnuda;
- te vio la oscuridad, íntima y muda,
- de mis ojos cerrados al abrigo.
-
- ¿Mis manos o las tuyas? Te persigo
- a través de mi cuerpo; se me anuda
- tu tacto en la cintura, se hace aguda
- filigrana la lengua en el ombligo.
-
- Tripula mi bajel en estos mares,
- que aún no son, por abiertos, familiares,
- aunque conozca brújula y afán.
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- Iza mis velas, colma mi bodega,
- navégame entre muslos, que ya llega
- rodando irracional el huracán.
-
- III
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- La tempestad ha roto arrolladora
- en descarga de lluvias y crujidos;
- jadeante el deseo en los sentidos
- es pantera que lúbrica devora.
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- La noche carnal muere, y en la aurora
- del sosiego se duermen los sonidos,
- y la mente retraza recorridos
- que habrá de repetir en otra hora.
-
- Vencidas las palabras, suavemente
- yacen sobre el teléfono. Se siente
- una entrañable paz a ambas orillas.
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- Dos mujeres se amaron a distancia;
- y tal vez queda más en cada estancia
- que un ligero temblor en las rodillas.
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- Los Angeles, 10 de enero de 2003
- Francisco Alvarez Hidalgo