4 de junio de 2008

Cuando la materia pesa

Entonces Papá se encerró en sus nostalgias, y mamá lloraba de cuando en cuando el verbo le saboreaba el alma, y ella se dormía para no volver . Le rimaban las rimas cutáneas, le erizaba la piel ese toque musical capaz de mover las frías fibras de su ser a fuego emotivo de un rojo atardecer. Las metáforas hechas añicos por el polvo de las dudas, su beneficio solicitado que pedía ayuda. La falta de racionalidad le carcomía el cerebro, y aparecía en escena el que turba sus sueños .Quisiera escucharas mi voz, decía el clamor combinado con mentiras. La eterna ayuda que jamás negarían. Y su nombre agotado en los llantos y amaneceres compulsivos, retratados en horas de viaje, penas y olvido. Seguro el amor era la bandera concreta, lo aprovechaba a su antojo de forma indiscreta, y contar lo que había sucedido no era su lucha, sólo la tinta en los versos le gritaba tantas cosas.. malévolas cicatrices aparatosas e hirientes, papa preguntaba,¿Acaso ya no sientes? un sitio, cruzada y armadura para defender los miedos de vasta envergadura y lo diría era hora de comenzar, aún el daño la golpeaba para no regresar. Comenzó un día en que los años flaqueaban, la muerte quizás la solución más cercana, blanco color ascendente a marrón se deslizaba por las ventanas de la habitación, mamá esperaba las 12 como todos los días, con ese gesto amoroso, con un montón de sueños rotos. Aseguraba que “Andresito” se mataría alguna vez .. Un jueves llegaba a su encuentro la gota que rebasaba el vaso que el mismo llenó con las manos atadas y una interrogante vecinal. Andrés era esposado contra su voluntad, llegaban a su hogar a constatar domicilio, mientras mamá sostenía en los brazos a un tierno chiquillo. Sorprendida le mostraban la placa policial, aquel signo que demostraba su ambigua culpabilidad. Llegaba la hora de marcharse al cruel destino. Delgado hilo de lo indigno, pasado el tiempo ni el mismo se reconocía, sólo actuando por el desvarío que lentamente lo consumía. Y mamá recordaba los días de antaño, evocaba historias, tiernos cuentos. Cuando el pequeño primogénito jugaba a los soldados, cuando la tristeza era tan sólo un poco de barro. Su cabeza engañada por los acontecimientos se asomaba un rayo en este cruel momento. Y entre las paredes los gritos de una pesadilla que no quería despertar, llegaban al sensible corazón de Papá. Atemorizados por todo, por la nada. Por la misteriosa forma retratada, siendo más que un cuento, una realidad no deseada .Alejando los lazos, endureciendo la mirada. 24 de Septiembre, a lo lejos una guitarra, la cover de génesis que le llegaba al alma .Ya serían 3 los años y contando siquiera. Andrés huye del camino, se aleja de la tierra. La esencia lo cubre con su extraña quimera. Andrés ha partido, ya no habrá tristezas... “Tantas nostalgias aprendidas en el valor de los sucesos, más fuerte te hace el momento de llegar al encuentro mortífero ,tantas veces que pesa la materia en el cuerpo, y nos cansamos .Agonizando en el breve espacio flagelando el silencio, liberando las pesadillas de lo que jamás hablamos. Perdón por una causa que no era mía, perdón por volar hacia una guarida que no sé si existe. 24 de septiembre, ¿la historia continúa? Andrés se despide con esta carta, mamá llora de una forma cotidiana. Papá la abraza para resistir, ella con una mueca de silencio se aleja de los versos ,el papel en sus manos se convierte en recuerdo..

Foto: Atardecer en Laredo (Cantabria)

Cuando la materia pesa

Entonces Papá se encerró en sus nostalgias, y mamá lloraba de cuando en cuando el verbo le saboreaba el alma, y ella se dormía para no volver . Le rimaban las rimas cutáneas, le erizaba la piel ese toque musical capaz de mover las frías fibras de su ser a fuego emotivo de un rojo atardecer. Las metáforas hechas añicos por el polvo de las dudas, su beneficio solicitado que pedía ayuda. La falta de racionalidad le carcomía el cerebro, y aparecía en escena el que turba sus sueños .Quisiera escucharas mi voz, decía el clamor combinado con mentiras. La eterna ayuda que jamás negarían. Y su nombre agotado en los llantos y amaneceres compulsivos, retratados en horas de viaje, penas y olvido. Seguro el amor era la bandera concreta, lo aprovechaba a su antojo de forma indiscreta, y contar lo que había sucedido no era su lucha, sólo la tinta en los versos le gritaba tantas cosas.. malévolas cicatrices aparatosas e hirientes, papa preguntaba,¿Acaso ya no sientes? un sitio, cruzada y armadura para defender los miedos de vasta envergadura y lo diría era hora de comenzar, aún el daño la golpeaba para no regresar. Comenzó un día en que los años flaqueaban, la muerte quizás la solución más cercana, blanco color ascendente a marrón se deslizaba por las ventanas de la habitación, mamá esperaba las 12 como todos los días, con ese gesto amoroso, con un montón de sueños rotos. Aseguraba que “Andresito” se mataría alguna vez .. Un jueves llegaba a su encuentro la gota que rebasaba el vaso que el mismo llenó con las manos atadas y una interrogante vecinal. Andrés era esposado contra su voluntad, llegaban a su hogar a constatar domicilio, mientras mamá sostenía en los brazos a un tierno chiquillo. Sorprendida le mostraban la placa policial, aquel signo que demostraba su ambigua culpabilidad. Llegaba la hora de marcharse al cruel destino. Delgado hilo de lo indigno, pasado el tiempo ni el mismo se reconocía, sólo actuando por el desvarío que lentamente lo consumía. Y mamá recordaba los días de antaño, evocaba historias, tiernos cuentos. Cuando el pequeño primogénito jugaba a los soldados, cuando la tristeza era tan sólo un poco de barro. Su cabeza engañada por los acontecimientos se asomaba un rayo en este cruel momento. Y entre las paredes los gritos de una pesadilla que no quería despertar, llegaban al sensible corazón de Papá. Atemorizados por todo, por la nada. Por la misteriosa forma retratada, siendo más que un cuento, una realidad no deseada .Alejando los lazos, endureciendo la mirada. 24 de Septiembre, a lo lejos una guitarra, la cover de génesis que le llegaba al alma .Ya serían 3 los años y contando siquiera. Andrés huye del camino, se aleja de la tierra. La esencia lo cubre con su extraña quimera. Andrés ha partido, ya no habrá tristezas... “Tantas nostalgias aprendidas en el valor de los sucesos, más fuerte te hace el momento de llegar al encuentro mortífero ,tantas veces que pesa la materia en el cuerpo, y nos cansamos .Agonizando en el breve espacio flagelando el silencio, liberando las pesadillas de lo que jamás hablamos. Perdón por una causa que no era mía, perdón por volar hacia una guarida que no sé si existe. 24 de septiembre, ¿la historia continúa? Andrés se despide con esta carta, mamá llora de una forma cotidiana. Papá la abraza para resistir, ella con una mueca de silencio se aleja de los versos ,el papel en sus manos se convierte en recuerdo..

Foto: Atardecer en Laredo (Cantabria)