27 de mayo de 2009

Al descubierto

Sólo vestida de tu piel, no tienes
que disfrazarte de mujer mundana;
eres quien eres, noble cortesana
o doncella vestal, o te mantienes

en equilibrio entre ambas. Cuando vienes
hacia mí puedo ver a la sultana
señorial de Estambul, o a la serrana
que al Arcipreste ofrece parabienes.

Pero te veo a ti, vital, primaria,
más allá de barniz e indumentaria,
sin forma ni color artificiales.

Desnuda eres auténtica, más viva,
y a la vez más sensual, más impulsiva,
despojada de efectos teatrales.

Francisco Álvarez Hidalgo

Los Angeles, 18 de junio de 2006

Soneto Nº 1487

Al descubierto

Sólo vestida de tu piel, no tienes
que disfrazarte de mujer mundana;
eres quien eres, noble cortesana
o doncella vestal, o te mantienes

en equilibrio entre ambas. Cuando vienes
hacia mí puedo ver a la sultana
señorial de Estambul, o a la serrana
que al Arcipreste ofrece parabienes.

Pero te veo a ti, vital, primaria,
más allá de barniz e indumentaria,
sin forma ni color artificiales.

Desnuda eres auténtica, más viva,
y a la vez más sensual, más impulsiva,
despojada de efectos teatrales.

Francisco Álvarez Hidalgo

Los Angeles, 18 de junio de 2006

Soneto Nº 1487

19 de mayo de 2009

Estados de ánimo


Unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
 de cumbres repetidas.

Unas veces me siento
 como un acantilado
 y en otras como un cielo
azul pero lejano.
A veces uno es
manantial entre rocas
 y otras veces un árbol
con las últimas hojas.

Pero hoy me siento apenas
 como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
 inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde
 te acerques y te mires,
te mires al mirarme.

Mario Benedetti

18 de mayo de 2009

Muere Mario Benedetti

Artículo extraído del Diario El Mundo.




El escritor uruguayo Mario Benedetti (Paso de los Toros, Uruguay, 1920) ha muerto este domingo en Montevideo a la edad de 88 años, informaron fuentes próximas a su familia.
Benedetti, que arrastraba un delicado estado de salud, estaba en su domicilio de la capital uruguaya en el momento de morir. El escritor había sido ingresado cuatro veces en el último año. La última vez fue el pasado día 6: Benedetti recibió el alta tras 12 días ingresado por una dolencia intestinal.
Poeta, narrador, dramaturgo y ensayista, el escritor uruguayo deja tras de sí más de 80 obras. Novelas ('La tregua', 'Gracias por el fuego', 'El cumpleaños de Juan Angel'), poemarios ('Sólo mientras tanto', 'Poemas de la oficina', 'Viento del exilio') y cuentos ('Montevideanos', 'Recuerdos olvidados', 'Despistes y franquezas'), marcados por el amor, la solidaridad y, a medida que pasaba el tiempo, por la muerte.
Su última obra publicada, el poemario 'Testigo de uno mismo', fue presentada en agosto del año pasado. En esta obra presentía ya el final de sus días, a la vez que insistía en la soledad sin su amada Luz (su esposa, fallecida en 2006 tras 60 años de matrimonio). "Acontece la noche y estoy solo/ cargo conmigo mismo a duras penas/ al buen amor se lo llevó la muerte/ y no sé para quién seguir viviendo", decía Benedetti.
Antes de su último ingreso, Benedetti estaba trabajando en un nuevo libro de poesía cuyo título provisional era 'Biografía para encontrarme'.
Aunque para él su galardón más importante era tener lectores, en España su trabajo fue reconocido con el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1999. También recibió en 2001, tras superar una dolencia cardiaca, el premio iberoamericano José Martí y el Premio Internacional Menéndez Pelayo en 2005.
En su última aparición pública, en diciembre de 2007, Benedetti fue condecorado con la Orden Francisco Miranda por el presidente venezolano, Hugo Chávez, en la Universidad de la República del Uruguay, aclamado por los cientos de estudiantes que reconocían en el poeta a su bardo nacional.
Descanse en paz.

11 de mayo de 2009

Al fuego del hogar

Imagen sacada de la red





Aún no pongáis las manos junto al fuego.

Refresca ya, y las mías

están solas; que se me queden frías.

Entonces qué rescoldo, qué alto leño,

cuánto humo subirá, como si el sueño,

toda la vida se prendiera. ¡Rama

que no dura, sarmiento que un instante

es un pajar y se consume, nunca,

nunca arderá bastante

la lumbre, aunque se haga con estrellas!

Este al menos es fuego

de cepa y me calienta todo el día.



Manos queridas, manos que ahora llego

casi a tocar, aquella, la más mía,

¡pensar que es pronto y el hogar crepita,

y está ya al rojo vivo,

y es fragua eterna, y funde, y resucita

aquel tizón, aquel del que recibo

todo el calor ahora,

el de la infancia! Igual que el aire en torno

de la llama también es llama, en torno

de aquellas ascuas humo fui. La hora

del refranero blanco, de la vieja

cuenta, del gran jornal siempre seguro.

¡Decidme que no es tarde! Afuera deja

su ventisca el invierno y está oscuro.

Hoy o ya nunca más. Lo sé. Creía

poder estar aún con vosotros, pero

vedme, frías las manos todavía

esta noche de enero

junto al hogar de siempre. Cuánto humo

sube. Cuánto calor habré perdido.

Dejadme ver en lo que se convierte,

olerlo al menos, ver dónde ha llegado

antes de que despierte,

antes de que el hogar esté apagado.



Claudio Rodríguez

Al fuego del hogar

Imagen sacada de la red


Aún no pongáis las manos junto al fuego.
Refresca ya, y las mías
están solas; que se me queden frías.
Entonces qué rescoldo, qué alto leño,
cuánto humo subirá, como si el sueño,
toda la vida se prendiera. ¡Rama
que no dura, sarmiento que un instante
es un pajar y se consume, nunca,
nunca arderá bastante
la lumbre, aunque se haga con estrellas!
Este al menos es fuego
de cepa y me calienta todo el día.

Manos queridas, manos que ahora llego
casi a tocar, aquella, la más mía,
¡pensar que es pronto y el hogar crepita,
y está ya al rojo vivo,
y es fragua eterna, y funde, y resucita
aquel tizón, aquel del que recibo
todo el calor ahora,
el de la infancia! Igual que el aire en torno
de la llama también es llama, en torno
de aquellas ascuas humo fui. La hora
del refranero blanco, de la vieja
cuenta, del gran jornal siempre seguro.
¡Decidme que no es tarde! Afuera deja
su ventisca el invierno y está oscuro.
Hoy o ya nunca más. Lo sé. Creía
poder estar aún con vosotros, pero
vedme, frías las manos todavía
esta noche de enero
junto al hogar de siempre. Cuánto humo
sube. Cuánto calor habré perdido.
Dejadme ver en lo que se convierte,
olerlo al menos, ver dónde ha llegado
antes de que despierte,
antes de que el hogar esté apagado.

Claudio Rodríguez