11 de julio de 2009

Ocaso radiante




Hacia un ocaso radiante caminaba el sol de estío,
y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante,
tras de los álamos verdes de las márgenes del río.

Dentro de un olmo sonaba la sempiterna tijera
de la cigarra cantora, el monorritmo jovial,
entre metal y madera, que es la canción estival.

En una huerta sombría, giraban los 
cangilones de la noria soñolienta.

Bajo las ramas oscuras el son del agua se oía.

Era una tarde de julio, luminosa y polvorienta.
Yo iba haciendo mi camino, absorto 
en el solitario crepúsculo campesino.
Y pensaba: “¡Hermosa tarde, nota de la lira inmensa!"

Antonio Machado