30 de enero de 2010

La luna nos busco...


Imagen sacada de la red

La luna nos buscó desde la almena,
cantó la acequia, palpitó el olvido.
Mi corazón, intrépido y cautivo,
tendió las manos, fiel a tu cadena.

Qué sábanas de yerba y luna llena
envolvieron el acto decisivo.
Qué mediodía sudoroso y vivo
enjalbegó la noche de azucena.

Por las esquinas verdes del encuentro
las caricias, ansiosas, se perdían
como en una espesura, cuerpo adentro.

Dios y sus cosas nos reconocían.
De nuevo giró el mundo, y en su centro
dos bocas, una a una, se bebían.

Gala

La luna nos busco...


Imagen sacada de la red

La luna nos buscó desde la almena,
cantó la acequia, palpitó el olvido.
Mi corazón, intrépido y cautivo,
tendió las manos, fiel a tu cadena.

Qué sábanas de yerba y luna llena
envolvieron el acto decisivo.
Qué mediodía sudoroso y vivo
enjalbegó la noche de azucena.

Por las esquinas verdes del encuentro
las caricias, ansiosas, se perdían
como en una espesura, cuerpo adentro.

Dios y sus cosas nos reconocían.
De nuevo giró el mundo, y en su centro
dos bocas, una a una, se bebían.

Gala

23 de enero de 2010

Otro cielo




No existe esponja para lavar el cielo 
pero aunque pudieras enjabonarlo 
y luego echarle baldes y baldes de mar 
y colgarlo al sol para que se seque 
siempre faltaría el pájaro en silencio

no existen métodos para tocar el cielo 
pero aunque te estiraras como una palma 
y lograras rozarlo en tus delirios 
y supieras al fin como es al tacto 
siempre te faltaría la nube de algodón

no existe un puente para cruzar el cielo 
pero aunque consiguieras llegar a la otra orilla 
a fuerza de memoria y pronósticos 
y comprobaras que no es tan difícil 
siempre te faltaría el pino del crepúsculo

eso es porque se trata de un cielo que no es tuyo 
aunque sea impetuoso y desgarrado 
en cambio cuando llegue al que te pertenece 
no lo querrás lavar ni tocar ni cruzar 
pero estarán el pájaro y la nube y el pino. 

Mario Benedetti

8 de enero de 2010

Oye

Imagen sacada de la red.


Oye…¿No sientes mi voz en tus oídos
dicíendote TE AMO…muchas veces?
¿No sientes de mi pecho los latidos
que son como ayes o gemidos
de quien por ti sufre y por ti padece?.

Tu eres en mi vida…el mayor anhelo
poder llegar a ti... yo quisiera
Poder descorrer de la distancia el velo
sería ver abrirse las puertas del cielo
y hacer realidad mi más dulce quimera.

Decirle adiós al mundo de mi penas
dibujando entre los dos un embeleso...
vestir tu cuerpo con nardos y azucenas
ser dos eslabones de una misma cadena
Y brindarte un ramillete de mis besos.

¡¡Cuánto anhelo poder cruzar el puente!!
que nos separa a los dos como una reja
entregarnos uno al otro … mutuamente…
disfrutar a plenitud de este amor ardiente…
…pero la cruel distancia no nos deja.

Cuanto diera por sentir de tu calor
y tu sientas el mío hasta quemarte…
amarte ayer y hoy… y siempre amarte
y en un estuche de seda regalarte
la fiebre inagotable de este amor.


Página de Félix

Oye

Imagen sacada de la red.


Oye…¿No sientes mi voz en tus oídos
dicíendote TE AMO…muchas veces?
¿No sientes de mi pecho los latidos
que son como ayes o gemidos
de quien por ti sufre y por ti padece?.

Tu eres en mi vida…el mayor anhelo
poder llegar a ti... yo quisiera
Poder descorrer de la distancia el velo
sería ver abrirse las puertas del cielo
y hacer realidad mi más dulce quimera.

Decirle adiós al mundo de mi penas
dibujando entre los dos un embeleso...
vestir tu cuerpo con nardos y azucenas
ser dos eslabones de una misma cadena
Y brindarte un ramillete de mis besos.

¡¡Cuánto anhelo poder cruzar el puente!!
que nos separa a los dos como una reja
entregarnos uno al otro … mutuamente…
disfrutar a plenitud de este amor ardiente…
…pero la cruel distancia no nos deja.

Cuanto diera por sentir de tu calor
y tu sientas el mío hasta quemarte…
amarte ayer y hoy… y siempre amarte
y en un estuche de seda regalarte
la fiebre inagotable de este amor.


Página de Félix

2 de enero de 2010

La casada infiel

Río Asón en Ampuero (Cantabria) © Pepe



Y que yo me la llevé al río

creyendo que era mozuela,

pero tenía marido,



Fue la noche de Santiago

y casi por compromiso.

Se apagaron los faroles

y se encendieron los grillos.



En las últimas esquinas

toqué sus pechos dormidos,

y se me abrieron de pronto

como ramos de jacintos.



El almidón de su enagua

me sonaba en el oído

como una pieza de seda

rasgada por diez cuchillos.



Sin luz de plata en sus copas

los árboles han crecido,

y un horizonte de perros

ladra muy lejos del río.



Pasadas las zarzamoras,

los juncos y los espinos,

bajo su mata de pelo

hice un hoyo sobre el limo.



Yo me quité la corbata.

Ella se quitó el vestido.

Yo, el cinturón con revolver.

Ella, sus cuatro corpiños.



Ni nardos ni caracolas

tienen el cutis tan fino,

ni los cristales con luna

relumbran con ese brillo.



Sus muslos se me escapaban

como peces sorprendidos,

la mitad llenos de lumbre,

la mitad llenos de frío.



Aquella noche corrí

el mejor de los caminos,

montado en potra de nácar

sin bridas y sin estribos.



No quiero decir, por hombre,

las cosas que ella me dijo

la luz del entendimiento

me hace ser muy comedido.



Sucia de besos y arena,

yo me la llevé del río.

Con el aire se batían

las espadas de los lirios.



Me porté como quien soy.

Como un gitano legítimo.

Le regalé un costurero

grande, de raso pajizo,

y no quise enamorarme

porque teniendo marido

me dijo que era mozuela

cuando la llevaba al río.



Federico García Lorca



La casada infiel




Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido,


Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.


En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.


El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.


Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.


Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.


Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo, el cinturón con revolver.
Ella, sus cuatro corpiños.


Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.


Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.


Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.


No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo
la luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.


Sucia de besos y arena,
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.


Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.

Federico García Lorca