19 de agosto de 2010

Aventura de amistad

Imagen sacada de la red.





Con todo mi cariño, para tí.



Las velas francas de la amistad desplegadas, listas para enfrentar cualquier viento, cualquier tormenta.



Así hemos zarpado tú y yo, amiga, por las aguas turbulentas de la vida.



Primero hubo tiempos de soles y de estrellas, cada uno vació su tesoro en el otro, y así supimos quiénes éramos. Pero luego la calma cedió y los vientos soplaron fuertes y hubo que poner a prueba todo lo que alguna vez habíamos puesto en palabras.



La lucha fue cruenta e impiadosa. El barco giró y ambos caímos al agua. Era difícil reconocernos en la noche entre las olas, la lluvia y los truenos.



A veces parecía que estábamos solos, pero luego nos veíamos, apenas a lo lejos. Y un débil hilo de voz llegaba del uno al otro con palabra blancas como palomas: "Resiste" "Ya pasará" "Atravesaremos esto juntos".

Pero la tormenta siguió y arrastró al barco hasta el fondo helado del océano, y nosotros, exhaustos, solo pudimos aferrarnos a un pedazo de madera para mantenernos a flote.

Pero el pedazo era demasiado pequeño como para soportarnos a los dos, así que nos miramos a los ojos en ese momento y supimos que había llegado la hora de la verdad. El instante preciso en que la amistad se pone en juego.

Debajo de la lluvia, que aún caía, no hicieron falta palabras para saber exactamente lo que debíamos hacer. Emprendimos nuestro regreso a casa juntos.

El pequeño trozo de madera nos hizo ver cuán grande era nuestra amistad.

Turnados para flotar en la madera, llegamos a la costa.

Uno nadaba y el otro descansaba, después cambiábamos los roles. Allí está encerrada toda la filosofía de la amistad: cuando uno está caído su amigo lo levanta, y viceversa.



Juan López Cordero (Sevilla -España)

Aventura de amistad

Imagen sacada de la red.


Con todo mi cariño, para tí.


Las velas francas de la amistad desplegadas, listas para enfrentar cualquier viento, cualquier tormenta.


Así hemos zarpado tú y yo, amiga, por las aguas turbulentas de la vida.

Primero hubo tiempos de soles y de estrellas, cada uno vació su tesoro en el otro, y así supimos quiénes éramos. Pero luego la calma cedió y los vientos soplaron fuertes y hubo que poner a prueba todo lo que alguna vez habíamos puesto en palabras.


La lucha fue cruenta e impiadosa. El barco giró y ambos caímos al agua. Era difícil reconocernos en la noche entre las olas, la lluvia y los truenos.

A veces parecía que estábamos solos, pero luego nos veíamos, apenas a lo lejos. Y un débil hilo de voz llegaba del uno al otro con palabra blancas como palomas: "Resiste" "Ya pasará" "Atravesaremos esto juntos".

Pero la tormenta siguió y arrastró al barco hasta el fondo helado del océano, y nosotros, exhaustos, solo pudimos aferrarnos a un pedazo de madera para mantenernos a flote.

Pero el pedazo era demasiado pequeño como para soportarnos a los dos, así que nos miramos a los ojos en ese momento y supimos que había llegado la hora de la verdad. El instante preciso en que la amistad se pone en juego.

Debajo de la lluvia, que aún caía, no hicieron falta palabras para saber exactamente lo que debíamos hacer. Emprendimos nuestro regreso a casa juntos.

El pequeño trozo de madera nos hizo ver cuán grande era nuestra amistad.

Turnados para flotar en la madera, llegamos a la costa.

Uno nadaba y el otro descansaba, después cambiábamos los roles. Allí está encerrada toda la filosofía de la amistad: cuando uno está caído su amigo lo levanta, y viceversa.


Juan López Cordero (Sevilla -España)