20 de febrero de 2011

Yo no quiero más luz....

Imagen sacada de la red


Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
claridad absoluta, transparencia redonda.
Limpidez cuya extraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda..

¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina.

No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre.

Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es de día.

Miguel Hernández

Yo no quiero más luz....

Imagen sacada de la red


Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
claridad absoluta, transparencia redonda.
Limpidez cuya extraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda..

¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina.

No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre.

Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es de día.

Miguel Hernández

11 de febrero de 2011

Bonito soneto

Atardecer by Pepe


Al tramontar del sol, la ninfa mía,
de flores despojando el verde llano,
cuantas troncaba la hermosa mano,
tantas el blanco pie crecer hacía.

Ondeábale el viento que corría
el oro fino con error galano,
cual verde hoja de álamo lozano
se mueve al rojo despuntar del día;

mas luego que ciñó sus sienes bellas
de los varios despojos de su falda
-término puesto al oro y a la nieve-,

juraré que lució más su guirnalda
con ser de flores, la otra ser de estrellas,
que la que ilustra el cielo en luces nueve.

Luís de Góngora

1 de febrero de 2011

Tus dedos

Imagen sacada de la red


Llevo tus dedos en el vientre hundidos,
cosidos a la espalda, en las mejillas,
entre los muslos, sobre las rodillas…,
tan míos ya como mis apellidos.

Son diez alas, diez huellas, diez gemidos,
diez fuegos de intención, diez banderillas
clavadas sobre el lomo, me acuchillas
a decenas de tactos retorcidos.

Diez círculos dorados en los senos,
diez ruedas libres de programa y frenos
sobre el mapa sin rutas de la piel.

Diez apolíneos exploradores,
diez dionisíacos conquistadores,
y sólo una mujer de nata y miel.

Francisco Ávarez Hidalgo

Tus dedos

Imagen sacada de la red


Llevo tus dedos en el vientre hundidos,
cosidos a la espalda, en las mejillas,
entre los muslos, sobre las rodillas…,
tan míos ya como mis apellidos.

Son diez alas, diez huellas, diez gemidos,
diez fuegos de intención, diez banderillas
clavadas sobre el lomo, me acuchillas
a decenas de tactos retorcidos.

Diez círculos dorados en los senos,
diez ruedas libres de programa y frenos
sobre el mapa sin rutas de la piel.

Diez apolíneos exploradores,
diez dionisíacos conquistadores,
y sólo una mujer de nata y miel.

Francisco Ávarez Hidalgo