29 de noviembre de 2012

Retornos del amor en los vividos paisajes



Creemos, amor mío, que aquellos paisajes 
se quedaron dormidos o muertos con nosotros 
en la edad, en el día en que los habitamos; 
que los árboles pierden la memoria 
y las noches se van, dando al olvido 
lo que las hizo hermosas y tal vez inmortales. 

Pero basta el más leve palpitar de una hoja, 
una estrella borrada que respira de pronto 
para vernos los mismos alegres que llenamos 
los lugares que juntos nos tuvieron. 

Y así despiertas hoy, mi amor, a mi costado, 
entre los groselleros y las fresas ocultas 
al amparo del firme corazón de los bosques. 

Allí está la caricia mojada de rocío, 
las briznas delicadas que refrescan tu lecho, 
los silfos encantados de ornar tu cabellera 
y las altas ardillas misteriosas que llueven 
sobre tu sueño el verde menudo de las ramas.

Sé feliz, hoja, siempre: nunca tengas otoño, 
hoja que me has traído 
con tu temblor pequeño 
el aroma de tanta ciega edad luminosa. 

Y tú, mínima estrella perdida que me abres 
las íntimas ventanas de mis noches más jóvenes, 
nunca cierres tu lumbre 
sobre tantas alcobas que al alba nos durmieron 
y aquella biblioteca con la luna 
y los libros aquellos dulcemente caídos 
y los montes afuera desvelados cantándonos. 

Rafael Alberti