27 de mayo de 2013

Te envuelves en torbellino




Te envuelves en torbellino
 entre tu nombre a mi piel,
 como la mesa al mantel
 como la copa y el vino.
Como recorrer camino
 sin saber dónde y por qué,
 si es sueño mentira o fe
 embajadora del mimo.
Risueña sin entrecejo
 con tu nombre de colores,
 te escondes entre las flores
 entre espuma… entre espejo.
Donde tu nombre ya es viejo
 como la noche o mañana,
 como el canto de una nana
 o réquiem tocando a muerto.
Tu nombre que como el viento
 entra por cualquier ventana,
 saludando a la mañana
 entre encajes como atuendo.
Marina Pastor

Te envuelves en torbellino




Te envuelves en torbellino
 entre tu nombre a mi piel,
 como la mesa al mantel
 como la copa y el vino.
Como recorrer camino
 sin saber dónde y por qué,
 si es sueño mentira o fe
 embajadora del mimo.
Risueña sin entrecejo
 con tu nombre de colores,
 te escondes entre las flores
 entre espuma… entre espejo.
Donde tu nombre ya es viejo
 como la noche o mañana,
 como el canto de una nana
 o réquiem tocando a muerto.
Tu nombre que como el viento
 entra por cualquier ventana,
 saludando a la mañana
 entre encajes como atuendo.
Marina Pastor

21 de mayo de 2013

Cuando seamos viejos



Para salvar las noches en que estas enfadada,
y con estos diez años que te llevo de ventaja,
voy a obligarte niña a mirarme a la cara,
y hasta que te lo diga, que no me des la espalda.

Cuando seamos viejos vas a llorar con rabia
de verte en el espejo la cara tan cambiada,
se llenaran de arrugas tus risas de muchacha.

Será mas insegura esa voz que hoy te manda.
Cuando seamos viejos no habrá tanta distancia,
sentirás menos miedo sabiéndome en tu cama.
Ya, ni discutiremos ni servirá de nada
te reñiré bajito lo que antes te chillaba.

Cuando seamos viejos, estarás mas cansada,
seremos compañeros, nos haremos mas falta,
cuando no estés conmigo te notaras muy rara,
y me encontraré perdido si un día nos separan

Cuando seamos viejos, veremos con nostalgia
sentados desde un banco, como la vida pasa,
yo hablando con alguno que no me entiende nada,
tu inventándote prisas para volver a casa.
Para salvar las noches que entonces serán largas,
y cuando estos mis diez años se vuelvan desventaja,
porque me falten fuerzas o a ti te falte gracia,
entonces niña vieja podrás darme la espalda.

Alberto Bourbon

Cuando seamos viejos



Para salvar las noches en que estas enfadada,
y con estos diez años que te llevo de ventaja,
voy a obligarte niña a mirarme a la cara,
y hasta que te lo diga, que no me des la espalda.

Cuando seamos viejos vas a llorar con rabia
de verte en el espejo la cara tan cambiada,
se llenaran de arrugas tus risas de muchacha.

Será mas insegura esa voz que hoy te manda.
Cuando seamos viejos no habrá tanta distancia,
sentirás menos miedo sabiéndome en tu cama.
Ya, ni discutiremos ni servirá de nada
te reñiré bajito lo que antes te chillaba.

Cuando seamos viejos, estarás mas cansada,
seremos compañeros, nos haremos mas falta,
cuando no estés conmigo te notaras muy rara,
y me encontraré perdido si un día nos separan

Cuando seamos viejos, veremos con nostalgia
sentados desde un banco, como la vida pasa,
yo hablando con alguno que no me entiende nada,
tu inventándote prisas para volver a casa.
Para salvar las noches que entonces serán largas,
y cuando estos mis diez años se vuelvan desventaja,
porque me falten fuerzas o a ti te falte gracia,
entonces niña vieja podrás darme la espalda.

Alberto Bourbon

12 de mayo de 2013

Elegía por Ramón Sijé

 
Para mi amiga Merche.
 
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
 
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
 
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
 
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
 
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
 
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
 
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
 
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
 
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
 
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
 
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
 
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
 
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
 
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
 
Miguel Hernández

Elegía por Ramón Sijé

 
Para mi amiga Merche.
 
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
 
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
 
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
 
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
 
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
 
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
 
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
 
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
 
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
 
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
 
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
 
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
 
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
 
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
 
Miguel Hernández

7 de mayo de 2013

¡Adiós!



Las cosas que mueren jamás resucitan,
las cosas que mueren no tornan jamás.
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda
es polvo por siempre y por siempre será!

Cuando los capullos caen de la rama
dos veces seguidas no florecerán...
¡Las flores tronchadas por el viento impío
se agotan por siempre, por siempre jamás!

¡Los días que fueron, los días perdidos,
los días inertes ya no volverán!
¡Qué tristes las horas que se desgranaron
bajo el aletazo de la soledad!

¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas,
las sombras creadas por nuestra maldad!
¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que así se nos van!

¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!...
-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!...
¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,
corazón maldito que inquietas mi afán!

¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!
¡Adiós mi alegría llena de bondad!
¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que no vuelven más! ...

Alfonsina Storni