25 de noviembre de 2013

Mano de obra




A tareas de amor me comprometo
por el solo placer de su ejercicio; 
no aspiro a dignidad ni beneficio,
y al gozo, única norma, me someto.

Trabajo a domicilio, soy discreto,
y la satisfacción es mi servicio;
mi propuesta no exige sacrificio,
pero requiere espíritu y respeto.

Doy preferencia a remodelaciones,
sin rechazar recientes construcciones,
pero aquéllas serán prioridad.

Si la tarea, de índole amatoria,
no resultara asaz satisfactoria,
se hará de nuevo. Aval de calidad.

Francisco Álvarez Hidalgo


Mano de obra




A tareas de amor me comprometo
por el solo placer de su ejercicio; 
no aspiro a dignidad ni beneficio,
y al gozo, única norma, me someto.

Trabajo a domicilio, soy discreto,
y la satisfacción es mi servicio;
mi propuesta no exige sacrificio,
pero requiere espíritu y respeto.

Doy preferencia a remodelaciones,
sin rechazar recientes construcciones,
pero aquéllas serán prioridad.

Si la tarea, de índole amatoria,
no resultara asaz satisfactoria,
se hará de nuevo. Aval de calidad.

Francisco Álvarez Hidalgo


15 de noviembre de 2013

Autumnal


En las pálidas tardes 
yerran nubes tranquilas 
en el azul; en las ardientes manos 
se posan las cabezas pensativas. 
¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños! 
¡Ah las tristezas íntimas! 
¡Ah el polvo de oro que en el aire flota, 
tras cuyas ondas trémulas se miran 
los ojos tiernos y húmedos, 
las bocas inundadas de sonrisas, 
las crespas cabelleras 
y los dedos de rosa que acarician! 

En las pálidas tardes 
me cuenta un hada amiga 
las historias secretas 
llenas de poesía; 
lo que cantan los pájaros, 
lo que llevan las brisas, 
lo que vaga en las nieblas, 
lo que sueñan las niñas. 

Una vez sentí el ansia 
de una sed infinita. 
Dije al hada amorosa: 
?Quiero en el alma mía 
tener la aspiración honda, profunda, 
inmensa: luz, calor, aroma, vida. 
Ella me dijo: ?¡Ven!? con el acento 
con que hablaría un arpa. En él había 
un divino aroma de esperanza. 
¡Oh sed del ideal! 
Sobre la cima 
de un monte, a medianoche, 
me mostró las estrellas encendidas. 
Era un jardín de oro 
con pétalos de llama que titilan. 
Exclamé: ?Más... 
La aurora 
vino después. La aurora sonreía, 
con la luz en la frente, 
como la joven tímida 
que abre la reja, y la sorprenden luego 
ciertas curiosas, mágicas pupilas. 
Y dije: ?Más...? Sonriendo 
la celeste hada amiga 
prorrumpió: ?¡Y bien! ¡Las flores! 
Y las flores 
estaban frescas, lindas, 
empapadas de olor: la rosa virgen, 
la blanca margarita, 
la azucena gentil y las volúbiles 
que cuelgan de la rama estremecida. 
Y dije: ?Más... 
El viento 
arrastraba rumores, ecos, risas, 
murmullos misteriosos, aleteos, 
músicas nunca oídas. 

El hada entonces me llevó hasta el velo 
que nos cubre las ansias infinitas, 
la inspiración profunda 
y el alma de las liras. 
Y los rasgó. Allí todo era aurora. 
En el fondo se vía 
un bello rostro de mujer. 
¡Oh; nunca, 
Piérides, diréis las sacras dichas 
que en el alma sintiera! 
Con su vaga sonrisa: 
?¿Más?... ?dijo el hada. 
Y yo tenía entonces 
clavadas las pupilas 
en el azul; y en mis ardientes manos 
se posó mi cabeza pensativa...

Rubén Darío

Autumnal


En las pálidas tardes 
yerran nubes tranquilas 
en el azul; en las ardientes manos 
se posan las cabezas pensativas. 
¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños! 
¡Ah las tristezas íntimas! 
¡Ah el polvo de oro que en el aire flota, 
tras cuyas ondas trémulas se miran 
los ojos tiernos y húmedos, 
las bocas inundadas de sonrisas, 
las crespas cabelleras 
y los dedos de rosa que acarician! 

En las pálidas tardes 
me cuenta un hada amiga 
las historias secretas 
llenas de poesía; 
lo que cantan los pájaros, 
lo que llevan las brisas, 
lo que vaga en las nieblas, 
lo que sueñan las niñas. 

Una vez sentí el ansia 
de una sed infinita. 
Dije al hada amorosa: 
?Quiero en el alma mía 
tener la aspiración honda, profunda, 
inmensa: luz, calor, aroma, vida. 
Ella me dijo: ?¡Ven!? con el acento 
con que hablaría un arpa. En él había 
un divino aroma de esperanza. 
¡Oh sed del ideal! 
Sobre la cima 
de un monte, a medianoche, 
me mostró las estrellas encendidas. 
Era un jardín de oro 
con pétalos de llama que titilan. 
Exclamé: ?Más... 
La aurora 
vino después. La aurora sonreía, 
con la luz en la frente, 
como la joven tímida 
que abre la reja, y la sorprenden luego 
ciertas curiosas, mágicas pupilas. 
Y dije: ?Más...? Sonriendo 
la celeste hada amiga 
prorrumpió: ?¡Y bien! ¡Las flores! 
Y las flores 
estaban frescas, lindas, 
empapadas de olor: la rosa virgen, 
la blanca margarita, 
la azucena gentil y las volúbiles 
que cuelgan de la rama estremecida. 
Y dije: ?Más... 
El viento 
arrastraba rumores, ecos, risas, 
murmullos misteriosos, aleteos, 
músicas nunca oídas. 

El hada entonces me llevó hasta el velo 
que nos cubre las ansias infinitas, 
la inspiración profunda 
y el alma de las liras. 
Y los rasgó. Allí todo era aurora. 
En el fondo se vía 
un bello rostro de mujer. 
¡Oh; nunca, 
Piérides, diréis las sacras dichas 
que en el alma sintiera! 
Con su vaga sonrisa: 
?¿Más?... ?dijo el hada. 
Y yo tenía entonces 
clavadas las pupilas 
en el azul; y en mis ardientes manos 
se posó mi cabeza pensativa...

Rubén Darío

12 de noviembre de 2013

En qué satisfaga un recelo



Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y en tus acciones veía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba.

Y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos:
pues ya en líquido humor viste y tocaste mi corazón deshecho entre tus manos.


Sor Juana Inés de la Cruz



En qué satisfaga un recelo



Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y en tus acciones veía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba.

Y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos:
pues ya en líquido humor viste y tocaste mi corazón deshecho entre tus manos.


Sor Juana Inés de la Cruz



6 de noviembre de 2013

Amor eterno



Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.

Gustavo Adolfo Becquer

Amor eterno



Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.

Gustavo Adolfo Becquer