12 de junio de 2014

Mis interiores



El duende de tu deseo se asoma a mi ventana, está abierta esperándote, te siento cerca, cada vez más. Levantas las sábanas y me encuentras desnuda. Tu mirada lasciva me despierta. Gimo al sentir una mano cálida y fuerte que se desliza hacia mi cadera,mi cuerpo está enfebrecido por la necesidad. Nunca experimenté algo tan maravillosos como la sensación de tu cuerpo, deliciosamente duro, moviéndose sinuosamente contra el mío. El deseo se acrecienta. Recuerdo besos salvajes y ardientes y sin embargo extrañamente tiernos. Disfruto del agradable sabor de tu piel y saboreo la delicia de tu boca. Siento la contracción de tus músculos bajo mis manos. Te contemplo con avidez evidente. Seré tuya, susurro mientras nuestros cuerpos ruedan sin dejar de abrazarnos y tendida de espaldas te siento sobre mí. Me recorres con una mirada hambrienta y alzas tus manos hasta cubrir mis pechos. Me incitas con tus besos, muerdes mis labios ansiando mi lengua. Un suspiro escapa de mi garganta cuando tu mano se acerca para dibujar el costado de mi cuerpo y se pierde en su centro. Tus dedos me acarician, me penetran y hacen que arda, trazan círculos avivando un fuego que amenaza con consumirme. Abandonas mi boca por un instante, sólo para que pueda decirte cuánto te deseo. Deseo tenerte dentro y compartir contigo toda mi intimidad, me muerdo los labios con impaciencia. Hay heridas que se curan pronto, mas las cicatrices que dejas en mi cuerpo son eternas, nada ni nadie puede evitar que mi mente viaje a tu lado y se deje acariciar por tí. Me pongo de puntillas, quiero ver tus ojos frente a los míos. Me arden los labios por el deseo de besarte y me duelen las manos por el ansia de cariciar tu cuerpo. He despertado la bestia hambrienta que moraba en tu interior, esa parte tuya que ruge y me devora de la cabeza a los pies, centímetro a centímetro. Y me enloquece. Tu pecho se arquea para acoplarse en mi espalda, tus dedos trazan lineas infinitas en mi vientre. Pasas la noche conmigo, me abrazas y cuidas que mi sueño no se vea alterado por nadie. Me proteges. Y con las primeras luces del alba desapareces. Y quedo esperando que la misma armonía, con la que rectas y curvas se ordenan para crear tus proyectos, se detenga en tu mano para que me regales tus pensamientos.

Anónimo

Mis interiores



El duende de tu deseo se asoma a mi ventana, está abierta esperándote, te siento cerca, cada vez más. Levantas las sábanas y me encuentras desnuda. Tu mirada lasciva me despierta. Gimo al sentir una mano cálida y fuerte que se desliza hacia mi cadera,mi cuerpo está enfebrecido por la necesidad. Nunca experimenté algo tan maravillosos como la sensación de tu cuerpo, deliciosamente duro, moviéndose sinuosamente contra el mío. El deseo se acrecienta. Recuerdo besos salvajes y ardientes y sin embargo extrañamente tiernos. Disfruto del agradable sabor de tu piel y saboreo la delicia de tu boca. Siento la contracción de tus músculos bajo mis manos. Te contemplo con avidez evidente. Seré tuya, susurro mientras nuestros cuerpos ruedan sin dejar de abrazarnos y tendida de espaldas te siento sobre mí. Me recorres con una mirada hambrienta y alzas tus manos hasta cubrir mis pechos. Me incitas con tus besos, muerdes mis labios ansiando mi lengua. Un suspiro escapa de mi garganta cuando tu mano se acerca para dibujar el costado de mi cuerpo y se pierde en su centro. Tus dedos me acarician, me penetran y hacen que arda, trazan círculos avivando un fuego que amenaza con consumirme. Abandonas mi boca por un instante, sólo para que pueda decirte cuánto te deseo. Deseo tenerte dentro y compartir contigo toda mi intimidad, me muerdo los labios con impaciencia. Hay heridas que se curan pronto, mas las cicatrices que dejas en mi cuerpo son eternas, nada ni nadie puede evitar que mi mente viaje a tu lado y se deje acariciar por tí. Me pongo de puntillas, quiero ver tus ojos frente a los míos. Me arden los labios por el deseo de besarte y me duelen las manos por el ansia de cariciar tu cuerpo. He despertado la bestia hambrienta que moraba en tu interior, esa parte tuya que ruge y me devora de la cabeza a los pies, centímetro a centímetro. Y me enloquece. Tu pecho se arquea para acoplarse en mi espalda, tus dedos trazan lineas infinitas en mi vientre. Pasas la noche conmigo, me abrazas y cuidas que mi sueño no se vea alterado por nadie. Me proteges. Y con las primeras luces del alba desapareces. Y quedo esperando que la misma armonía, con la que rectas y curvas se ordenan para crear tus proyectos, se detenga en tu mano para que me regales tus pensamientos.

Anónimo