26 de enero de 2016

Nocturno



Deja ese sueño.
Envuélvete
desnuda y blanca, en tu sábana.

Te esperan en el jardín
tras las tapias.

Tus padres mueren, dormidos.
Deja ese sueño.

Anda.

Tras las tapias,
te esperan con un cuchillo.

Vuelve de prisa a tu casa.

Deja ese sueño.

Anda.

En la alcoba de tus padres
entra desnuda, en silencio.

Corre de prisa a las tapias.

Deja ese sueño.

Sáltalas.

Vente.


¿Qué rubí yerve en tus manos
y quema, negro, tu sábana?

Deja ese sueño.

Anda.

… Duérmete.


Rafael Alberti

24 de enero de 2016

Como el toro



Como el toro he nacido para el luto 
y el dolor, como el toro estoy marcado 
por un hierro infernal en el costado 
y por varón en la ingle con un fruto.

Como el toro lo encuentra diminuto 
todo mi corazón desmesurado, 
y del rostro del beso enamorado, 
como el toro a tu amor se lo disputo.

Como el toro me crezco en el castigo, 
la lengua en corazón tengo bañada 
y llevo al cuello un vendaval sonoro.

Como el toro te sigo y te persigo, 
y dejas mi deseo en una espada, 

como el toro burlado, como el toro.



Miguel Hernández

20 de enero de 2016

Queja



Señor, mi queja es ésta, 
Tú me comprenderás; 
De amor me estoy muriendo, 
Pero no puedo amar. 


Persigo lo perfecto 
En mí y en los demás, 
Persigo lo perfecto 
Para poder amar. 


Me consumo en mi fuego, 
¡Señor, piedad, piedad! 
De amor me estoy muriendo, 
¡Pero no puedo amar!


Alfonsina Storni

18 de enero de 2016

No estés lejos de mí



No estés lejos de mí un sólo día, porque cómo,
porque, no sé decírtelo, es largo el día,
y te estaré esperando como en las estaciones
cuando en alguna parte se durmieron los trenes.

No te vayas por una hora porque entonces
en esa hora se juntan las gotas del desvelo
y tal vez todo el humo que anda buscando casa
venga a matar aún mi corazón perdido.


Ay que no se quebrante tu silueta en la arena,
ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:
no te vayas por un minuto, bienamada,

porque en ese minuto te habrás ido tan lejos
que yo cruzaré toda la tierra preguntando
si volverás o si me dejarás muriendo.


Pablo Neruda


No estés lejos de mí



No estés lejos de mí un sólo día, porque cómo,
porque, no sé decírtelo, es largo el día,
y te estaré esperando como en las estaciones
cuando en alguna parte se durmieron los trenes.

No te vayas por una hora porque entonces
en esa hora se juntan las gotas del desvelo
y tal vez todo el humo que anda buscando casa
venga a matar aún mi corazón perdido.


Ay que no se quebrante tu silueta en la arena,
ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:
no te vayas por un minuto, bienamada,

porque en ese minuto te habrás ido tan lejos
que yo cruzaré toda la tierra preguntando
si volverás o si me dejarás muriendo.


Pablo Neruda


17 de enero de 2016

Los rigores del invierno



No es el otoño, no, quien a los árboles
arrebata sus hojas, que son ellos,
son los árboles mismos quienes ceden
sus hojas a los vientos….

Los árboles desdeñan
la estéril pompa del follaje muerto,
y, con viril austeridad, aguardan
desnudos los rigores del invierno.
¡Saben que sólo así la primavera
los vestirá de nuevo!

Alma mía: estos árboles desnudos
sean para ti ejemplo.
Renuncia, como ellos, a lo vano;
despójate, como ellos, de lo viejo.
Si en ti muere una idea, para siempre
arráncala de ti y échala al viento.

¡Porque son los cadáveres de ideas
la estéril pompa del follaje muerto!
No finjas pensamientos que no pienses,
no sientas con fingidos sentimientos.
Antes que así, desnuda,
resiste los rigores del invierno.

¡Que al cabo tornará la primavera
y a ti también te vestirá de nuevo!. 


Enrique Ruiz de la Serna (1887-1956)

Los rigores del invierno



No es el otoño, no, quien a los árboles
arrebata sus hojas, que son ellos,
son los árboles mismos quienes ceden
sus hojas a los vientos….

Los árboles desdeñan
la estéril pompa del follaje muerto,
y, con viril austeridad, aguardan
desnudos los rigores del invierno.
¡Saben que sólo así la primavera
los vestirá de nuevo!

Alma mía: estos árboles desnudos
sean para ti ejemplo.
Renuncia, como ellos, a lo vano;
despójate, como ellos, de lo viejo.
Si en ti muere una idea, para siempre
arráncala de ti y échala al viento.

¡Porque son los cadáveres de ideas
la estéril pompa del follaje muerto!
No finjas pensamientos que no pienses,
no sientas con fingidos sentimientos.
Antes que así, desnuda,
resiste los rigores del invierno.

¡Que al cabo tornará la primavera
y a ti también te vestirá de nuevo!. 


Enrique Ruiz de la Serna (1887-1956)

13 de enero de 2016

Hagamos un trato






Compañera usted sabe puede contar conmigo, 
no hasta dos o hasta diez, sino contar conmigo.

Si alguna vez advierte que la miro a los ojos,
y una veta de amor reconoce en los míos,

no alerte sus fusiles ni piense qué delirio,
a pesar de la veta o tal vez porque existe, 
usted puede contar conmigo.

Si otras veces me encuentra huraño sin motivo,
no piense qué flojera, igual puede contar conmigo 
pero hagamos un trato, 
yo quisiera contar con usted.

Es tan lindo saber que usted existe,
uno se siente vivo y cuando digo esto,
quiero decir contar aunque sea hasta dos,
aunque sea hasta cinco, 
no ya para que acuda presurosa en mi auxilio, 
sino para saber a ciencia cierta, que usted sabe 
que puede, contar conmigo.

Mario Benedetti

7 de enero de 2016

Yo sé que ver y oír a un triste enfada



Yo sé que ver y oír a un triste enfada,
cuando se viene y va de la alegría, 
como un mar meridiano a una bahía 
a una playa desierta y desolada. 

Lo que he sufrido y nada, todo es nada,
para lo que me queda todavía 
que sufrir, el rigor de esta agonía 
de andar de este cuchillo a aquella espada. 

Me callaré, me apartaré si puedo 
con mi constante pena, instante, plena, 
a donde ni has de oírme ni he de verte. 

Me voy, me voy, me voy, pero me quedo,
pero me voy, desierto y sin arena: 
adiós, amor, adiós, hasta la muerte. 


Miguel Hernández

Yo sé que ver y oír a un triste enfada



Yo sé que ver y oír a un triste enfada,
cuando se viene y va de la alegría, 
como un mar meridiano a una bahía 
a una playa desierta y desolada. 

Lo que he sufrido y nada, todo es nada,
para lo que me queda todavía 
que sufrir, el rigor de esta agonía 
de andar de este cuchillo a aquella espada. 

Me callaré, me apartaré si puedo 
con mi constante pena, instante, plena, 
a donde ni has de oírme ni he de verte. 

Me voy, me voy, me voy, pero me quedo,
pero me voy, desierto y sin arena: 
adiós, amor, adiós, hasta la muerte. 


Miguel Hernández