11 de mayo de 2009

Al fuego del hogar

Imagen sacada de la red





Aún no pongáis las manos junto al fuego.

Refresca ya, y las mías

están solas; que se me queden frías.

Entonces qué rescoldo, qué alto leño,

cuánto humo subirá, como si el sueño,

toda la vida se prendiera. ¡Rama

que no dura, sarmiento que un instante

es un pajar y se consume, nunca,

nunca arderá bastante

la lumbre, aunque se haga con estrellas!

Este al menos es fuego

de cepa y me calienta todo el día.



Manos queridas, manos que ahora llego

casi a tocar, aquella, la más mía,

¡pensar que es pronto y el hogar crepita,

y está ya al rojo vivo,

y es fragua eterna, y funde, y resucita

aquel tizón, aquel del que recibo

todo el calor ahora,

el de la infancia! Igual que el aire en torno

de la llama también es llama, en torno

de aquellas ascuas humo fui. La hora

del refranero blanco, de la vieja

cuenta, del gran jornal siempre seguro.

¡Decidme que no es tarde! Afuera deja

su ventisca el invierno y está oscuro.

Hoy o ya nunca más. Lo sé. Creía

poder estar aún con vosotros, pero

vedme, frías las manos todavía

esta noche de enero

junto al hogar de siempre. Cuánto humo

sube. Cuánto calor habré perdido.

Dejadme ver en lo que se convierte,

olerlo al menos, ver dónde ha llegado

antes de que despierte,

antes de que el hogar esté apagado.



Claudio Rodríguez

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