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- Tan inmensa tu piel, y accidentada,
- y dos manos tan sólo para ella:
- para la Vía Láctea, una estrella,
- para el mar, una lágrima salada.
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- Qué insuficiente soy, qué limitada
- mi maniobra en ti; cómo atropella
- mi forma a mi energía, y corta y sella
- la actividad que nace arrebatada.
-
- Sólo dos manos a escalar tus montes,
- en pérdida de cauces y horizontes,
- en descuido de grutas y mesetas.
-
- Manos que a espacio y tiempo desafían.
- Si fueran diez tampoco lograrían
- permanecer en tu presencia quietas.
- Francisco Álvarez Hidalgo